¿Qué dice la Biblia sobre el matrimonio?
En el primer libro de la Biblia, Génesis, leemos:
Por tanto Jehová Dios hizo caer profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió:
y tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.
Y de la costilla que Jehová Dios había tomado del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.
Entonces dijo el hombre: Esta vez, hueso es de mis huesos y carne de mi carne;
ésta será llamada Hembra, porque del hombre fue ella tomada.
Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, y quedará unido a su mujer, y serán una misma carne.
Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban.
(Génesis 2:21-25).
En el evangelio de Mateo leemos acerca de un encuentro entre Jesús y los fariseos, quienes querían probarle y le preguntaron:
¿Es licito repudiar a su mujer por toda causa?
Y él respondiendo, dijo: ¿Nunca habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y hembra, y dijo:
Por esta causa dejará el hombre a su padre y a su madre, y quedará unido a su mujer; y los dos serán hechos una misma carne?
Así que ya no son dos, sino una misma carne. Por tanto, lo que Dios juntó en uno, no lo separe el hombre.
(Mateo 19:3-6)
De esta manera aprendemos que el Señor ha creado el matrimonio entre un hombre y una mujer, que los dos se hacen una sola carne, y que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido. Esta es la norma de Dios para toda la humanidad. A los ojos de Dios, el vínculo del matrimonio se mantiene hasta que uno de los dos muere, como podemos leer en la carta del apóstol Pablo a los creyentes de Roma, cuando dijo:
“Porque la mujer que tiene marido, ligada está por la ley a su marido, mientras éste vive;
mas si hubiere muerto el marido, ella queda desobligada de la ley del marido.
Luego pues, será conocida como adúltera, si mientras viviere el marido, ella viniere a ser de otro marido”.
(Romanos 7:2-3)
Marido y mujer están vinculados mediante el matrimonio hasta la muerte. El hombre no puede divorciarse de su esposa, ni la esposa puede divorciarse de su esposo. Sin embargo, muchos que se llaman a sí mismos cristianos no siguen esa palabra de Dios y se divorcian, e inclusive vuelven a casarse después.
Miremos y veamos lo que dice Jesucristo en cuanto a las personas que hacen estas cosas:
Mas yo os digo, que todo aquel que repudia a su mujer,
salvo por causa de fornicación, hace que ella cometa adulterio;
y el que se casare con la repudiada, comete adulterio”
(Mateo 5:32)
Y yo os digo, que el que repudiare a su mujer, salvo por causa de fornicación,
y se casare con otra, comete adulterio;
y el que se casare con la repudiada, comete adulterio”.
(Mateo 19:9)
Y les dice: El que repudiare a su mujer y se casare con otra, comete adulterio contra ella.
Y si ella repudiare a su marido y se casare con otro, comete adulterio.
(Marcos 10:11-12)
Todo aquel que repudia a su mujer, y se casa con otra, comete adulterio;
y aquel que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio. (Lucas 16:18).
Cuando la gente de este tiempo se divorcia, Dios no considera su matrimonio como finalizado. Él considera esta conducta como pecado y adulterio, pero el matrimonio en sí permanece hasta que uno de ellos muere. Mucha gente piensa que Jesucristo les permite volverse a casar después del divorcio, aunque su cónyuge esté todavía vivo.
Ellos dicen que las palabras de Jesús en Mateo 19:9 “excepto por causa de fornicación” les da permiso de volverse a casar en caso de que el cónyuge cometa adulterio. Sin embargo, Jesús no dice esto. Él no habla de ‘adulterio’, sino de fornicación (en griego ‘porneia’). Sabemos que el adulterio es también fornicación (inmoralidad sexual), pero hay muchas más conductas consideradas en la Palabra de Dios como inmoralidad sexual. Leemos en la carta que el apóstol Pablo envió a Roma, cuando el habla acerca de personas que no quieren servir al Dios Viviente:
“Los cuales cambiaron la verdad de Dios en mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura antes que al Creador, el cual es para siempre bendito. Amén.
A causa de esto, los entregó Dios a pasiones viles: pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural en lo que es contra naturaleza; y asimismo los hombres también, dejando el uso natural de la mujer, ardieron en su concupiscencia uno hacia otro, obrando torpeza varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida recompensa de su error”. (Romanos 1:25-27).
Todo esto es fornicación (o sea, inmoralidad sexual), pero este tipo de fornicación no es adulterio. La fornicación incluye muchos tipos de contaminación del cuerpo que la gente puede traer sobre sí misma fuera del matrimonio. Fornicación no es sólo adulterio. Por eso, Jesús debió tener una razón especial para usar el término ‘fornicación’ en Mateo 19:9 (ver arriba). Sabemos por la Biblia que la ley prohíbe ciertos tipos de matrimonio entre miembros de la familia cercana (véase Levítico 18:6-18):
(1) Un hijo no puede casarse con su madre, la esposa de su padre,
(2) Un hijo no puede casarse con su hermana (de parte de padre o de madre),
(3) Un padre no pude casarse con la hija de su hijo o de su hija,
(4) Un hijo no pude casarse con una hermana de su padre ni con una hermana de su madre,
(5) Un hijo no pude casarse con la esposa del hermano de su padre,
(6) Un padre no pude casarse con la esposa de su hijo,
(7) Un hermano no puede casarse con la esposa de su hermano
(8) …
Estas prohibiciones no existían al principio, porque los hijos de Adán se casaron entre ellos. De la misma manera, en Éxodo 6:20 encontramos que Amram (quien era de la tribu de Leví), se casó con la hermana de su padre, cuando los hijos de Israel todavía vivían en Egipto, antes de ser liberados de la esclavitud por medio de Moisés. Sin embargo, cuando la ley vino a través de la mano de Moisés, estas prohibiciones fueron introducidas. Esto quiere decir que a partir de ese tiempo pudieron haber matrimonios que no eran conforme a la ley. Pudo ser que Jesucristo se refirió a estos ‘matrimonios’ cuando habló de fornicación o inmoralidad sexual. Cuando alguien en Israel se descarriaba en su andar con el Señor, de tal forma que se casaba con alguien de su familia cercana, contra la ley de Moisés, y más tarde se arrepentía y decidía divorciarse de su esposa ilegítima, eso no hubiera sido visto como si él hiciera que su esposa cometiera adulterio, porque el matrimonio con ella en sí mismo no era conforme a la ley, y era correcto anular el matrimonio.
Debe ser claro, a partir de todo lo que se ha escrito arriba, que Jesucristo no dio permiso de ninguna manera para que una persona que ha sido abandonado por su esposo o por su esposa se vuelva a casar durante la vida del cónyuge. Tampoco da Él permiso de ninguna manera para divorciarse en matrimonios entre un hombre y una mujer que no son de la familia cercana, tal como lo define la ley. Quien comete adulterio debe arrepentirse y confesar su pecado, y quien es dejado atrás por causa de un divorcio, no debe cometer adulterio como hizo (posiblemente) el otro. Esta es una palabra muy dura para el hombre. Puede ser por esto que encontramos las siguientes palabras en la Biblia, inmediatamente después de que Jesús hablara sobre estas cosas con los fariseos y con sus discípulos en Mateo 19. Leemos lo siguiente:
Los discípulos le dicen: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.
Mas él les dijo: No todos pueden recibir este dicho, sino aquellos a quienes es dado.
Pues eunucos hay que nacieron así desde el seno de sus madres; y eunucos hay que fueron hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que a sí mismos se han hecho eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede recibirlo, recíbalo. (Mateo 19:10-12)
Palabras del apóstol Pablo sobre el matrimonio:
Mirad, pues, diligentemente, cómo andáis; no como necios, sino como sabios;
aprovechando cada oportunidad del bien hacer, porque los días son malos.
Por lo cual no seáis insensatos, sino entended cuál sea la voluntad del Señor.
Y no os embriaguéis con vino, en el cual hay disolución, sino antes sed llenos del Espíritu;
hablando entre vosotros con salmos e himnos y canciones espirituales,
cantando y alabando en vuestros corazones al Señor; dando gracias siempre, por todas las cosas,
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al Dios y Padre nuestro;
sujetándoos los unos a los otros en el temor de Dios.
Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros propios maridos, como al Señor:
porque el hombre es cabeza de la mujer, así como Cristo también es cabeza de la iglesia,
siendo él mismo Salvador de la que es su cuerpo.
Mas como la iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres lo han de estar a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo también amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella;
para santificarla, habiéndola limpiado con el lavamiento de agua con la palabra;
para que se la presentase a sí mismo, Iglesia gloriosa,
no teniendo mancha, ni arruga, ni otra cosa semejante, sino que fuese santa e inmaculada.
Así también deben los hombres amar a sus propias mujeres, como a sus mismos cuerpos:
el que ama a su mujer, se ama a sí mismo. Pues nadie jamás aborreció a su propia carne,
sino que la sustenta y regala, así como Cristo también a la iglesia;
porque nosotros somos miembros de su cuerpo, participantes de su carne y de sus huesos.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y quedará unido a su mujer: y los dos serán una misma carne.
Éste es un gran misterio; yo hablo empero con respecto a Cristo y a la iglesia.
Sin embargo, en cuanto a vosotros también, amad cada uno individualmente a su propia mujer como a sí mismo;
y vea la mujer que reverencie a su marido”
(Efesios 5:15-33).
Palabras de la Biblia en cuanto a las pasiones humanas, acerca de los deseos impuros y acerca de nuestros cuerpos:
Habéis oído que fue dicho a los de antiguo tiempo: No cometerás adulterio.
Mas yo os digo, que todo aquel que mira a una mujer para codiciarla,
ya cometió adulterio con ella en su corazón.
(Mateo 5:27-28)
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros del cuerpo de Cristo?
¿Tomaré pues los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera? ¡No por cierto!
¿Acaso no sabéis que aquel que se une con una ramera, un mismo cuerpo es con ella?
porque dice la Escritura: Los dos serán una misma carne.
Mas aquel que se une con el Señor, un mismo espíritu es con él.
Huíd de la fornicación. Cualquier otro pecado que cometa el hombre, fuera del cuerpo es;
mas el que comete fornicación, peca contra su mismo cuerpo.
¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios?
Y no sois dueños de vosotros mismos; porque fuisteis comprados a gran precio;
glorificad pues a Dios con vuestro cuerpo y con vuestro espíritu que son de Dios.
(1 Corintios 6:15-20)
Honroso sea el matrimonio entre todos, y sea el lecho conyugal sin mancilla;
porque a los fornicarios de una parte, y a los adúlteros de otra, Dios los juzgará
(Hebreos 13:4)
La oscuridad y la luz no pueden estar juntas en un matrimonio
Si alguien ha sido salvado por la fe en el Señor Jesús, es un hijo de la luz, y no tiene nada en común con los hijos de las tinieblas, esto es, aquellos que no son creyentes. Esto no quiere decir que un hijo de la luz no debe respetar y amar a quienes la Biblia llama ‘hijos de las tinieblas’. Lo que sí quiere decir es que no puede haber comunión profunda entre el creyente y el no creyente. Por ello, un hijo de la luz no debe casarse con un hijo de las tinieblas, a menos que él o ella se vea más o menos presionado por otros que, según la Biblia, realmente tengan autoridad sobre ellos. En otras palabras, un cristiano, que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que murió en la cruz para traerle salvación de su pecado, no puede casarse con una persona que no sea de su misma fe (Efesios 5:6-8; 2 Corintios 6:14).
Si su vida de creyente empieza cuando la persona está ya casada, entonces debe quedarse con la persona que tiene, todo el tiempo que la otra persona quiera vivir con él o con ella, a pesar de ahora ser cristiana. Si la otra persona no acepta sus creencias, y abandona al creyente, éste debe permanecer como está. No puede volverse a casar, sino que debe orar que la otra persona se convierta a Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre (leer 1 Corintios 7 acerca de esta situación).